jueves, 12 de diciembre de 2013

Silencio, princesas, el micrófono está abierto

Recuerdo el día que me enamoré de mi profesión. El día que Francisco Camps me hizo llorar.

En un frívolo recinto repleto de palmaretas donde olía en exceso a prepotencia periodística y a billetes negros. El acto era lo de menos, el objetivo era sacarle un comentario a uno de los personajes del panorama político en España más jugosos de ese verano de 2010. Entre decenas de simpatizantes, guardaespaldas, coches oficiales y camarógrafos amargados de aguantar el sol de agosto, sentí que éramos solo: el micrófono amarillo, mis inseguridades y yo.

'En este pueblo no me conoce nadie' era mi premisa. Con esas, sumada a mi ingenuidad, en cuanto se bajó del atril, me aventuré a perseguir y gritar al protagonista de aquél circo: '¡Presidente, una pregunta!'. Su traje, hecho a medida, apestaba a dinero sucio y uno de sus socios no tardó en advertirle: 'Cuidado detrás con el micrófono, señor'.

Los periodistas se habían quedado en la sala sacando mentalmente un tedioso titular de un evento sin trascendencia. Al verme sola, me di por aludida y me tomé como una heroicidad sacarle un audio, así fuera un insulto.

Ignoré al grupo de guardaespaldas que me apartaban con los brazos y bloqueé la puerta trasera del coche oficial del presidente. '¡¡¡Solo es una pregunta!!!' La jefa de prensa me cogió de los hombros y me empujó. 'El presidente está muy ocupado y no puede atender a los medios'. Se oyó un portazo y el coche huyó.

'¿Ocupado?'- levanté el micrófono y la voz- '¡Llevamos en un acto inaugural una hora y media! ¡Ni siquiera he podido plantearle la pregunta!'- grité desmesuradamente dejando ver mi ortodoncia postadolescente y soltó por lo bajini un lo siento que no sentía.

Disgustada, me fui hacia el coche y miré mi mano, la tensión me impedía soltar el maldito micro. Escupí la rabia en un llanto ridículamente infantil. Moqueaba y daba golpes al volante. Salí de aquél aparcamiento temblando y reconocí la camisa beige de la periodista. Frené, bajé la ventanilla y le grité 'Tú, sí tú, la que me agarró. Ven aquí!'- moqueando, insistí- '¿No te da vergüenza lo que acabas de hacer? ¿A eso te dedicas? ¿A que los medios no podamos preguntar? ¿ Y tú dices que eres periodista? Qué pena, de verdad. Espero no convertirme nunca en lo que tú eres'.

Seguí llorando todo el camino y avergonzada por mis gritos vacilé en la puerta de la radio con la esperanza de que 5 minutos más fueran suficientes para que se me redujera la hinchazón de los ojos. Entré dando por hecho que nadie sabía de mi novatada cuando mi jefe me miró con los titulares en la mano y reprimiéndose la sonrisa musitó: 'Te felicito por lo que has hecho. Vas a ser periodista.'

Ese día me enamoré de mi profesión y de mi jefe. Pero, más importante, comprendí que para que un micrófono funcione, el silencio es obligatorio. Ese altavoz al que hoy veo que tantas princesas de la radio maltratan, golpean y aturden a diario. Humildemente os pido: dadle un respiro. Es algo que incluso Camps entiende.

lunes, 26 de agosto de 2013

El cuello de un taxista


Es cierto, las ciudades parecen menos feas gracias a sus dispersos tintes amarillos. Son sabiduría callejera que no tiene ningún GPS, la misma que alimenta su desconfianza en el transeúnte. No es moco de pavo el valor de su oficio, pues tienen tu vida en sus manos y la paranoia de salir malherido, ya sea desvestida o con la tarjeta vacía va in crescendo cuando se enfrentan a esa jungla de cemento repleta de buses descontrolados, conductores ebrios y motocicletas impacientes que brotan del asfalto.

Son los taxistas. Cuántas entrevistas dignas de un Pullitzer se encierran en esas 5 puertas amarillas

Expertos críticos de radio, conocedores de historias anónimas: despedidas en el aeropuerto, la cita impuntual, los chistes malos de esos jóvenes con tragos de más, la pelea de los enamorados... (qué pena no ver la reconciliación, piensan), cronometran los semáforos en el tedio de su oficina cercada.

Algunos pocos aspiran a que los llantos de su  no deseado churumbel dejen de retumbarle en la conciencia y pueda pasar de largo los límites de la ciudad.

Y mientras a unos el Cristo les baila vallenato desde el retrovisor:
-'Esos hijoeputas de los mototaxistas, malparidos ladrones, nos tienen jodidos, mano'.
-'Sí, sí... pero no me dé una vueltica de turista'- murmura el pasajero.

Otros obligan a uno a incorporarse y amarrar su reposacabezas para no perder un detalle de las extravagantes anécdotas -a las que nunca les falta un toque de imaginación que origina su soledad-.
Y si se calla, insista:
- '¿Y ese bate?¿Han intentando matarle?¿Y no le da miedo trabajar de noche?¿Por qué no recoge a ese señor?
-'Porque mi última cicatriz solo tiene 4 meses', concluye, así desilusione al oyente.

martes, 16 de julio de 2013

La chica chicle

'Pop'... El sonido, honestamente, era imperceptible. Pero se podía intuir. 

'Pop'... Mascaba y el color se volvía más tenue conforme ese globo, que salía de su boca, engrosaba veloz y ridículamente hasta taparle por completo los labios y la parte inferior de su nariz. 

'Pop'.. rompía de nuevo.

'Pop'.... Si el silencio reinara en esta ciudad, habría adivinado un burbujeante sonido al adherirse en esa bomba rosada millones de partículas de humo de los buses que transitaban por la congestionada esquina en la que pasaba horas y comprobar que, antes que perderse en la atmósfera, las bacterias no buscaban más que poder saborear la boca de la dama.

'Pop'... El imaginario del sonido sordo me tenía hipnotizada llegando incluso a olvidarme de lo que ella ofrecía en su esquina. 

'Pop'... Advertí que no tenía nada de interesante, no era tan siquiera atractiva y nunca supe si sus ojos eran dignos de envidiar pues tenia la mirada cubierta por esa visera que tenía como flequillo. Solamente estaba ahí, acostumbrando a los transeúntes con su prematura presencia para, con suerte, alguien la extrañaran cuando se ausentara.

'Pop'... De esas chicas había 7 en cada cuadra del centro.  '¡Qué vida tan aburrida!' pensé. 

'Pop'... El semáforo se puso en verde. 'Más aburrida será la que cuenta la vida de otra aburrida', pienso ahora.


(Parte I)

sábado, 6 de julio de 2013

La república de los reinados

Santander no elige representante para el concurso de reina nacional de la belleza.

¿Y qué?- Me pregunté en cuanto leí la noticia creyendo que era el becario de turno quien estaba estrujándose la cabeza para redactar adecuadamente una de esas notas de relleno con la que entretener al practicante 'para que no moleste, y haga algo'.

'Vaya falta de respeto'. Segundos tardó en salir a la luz la indignación de la mujer santandereana, incorrectamente definida como 'brava' (creyendo que su hablar marcado y su ceño fruncido hacen de ella una mujer respetada).

'Bah, será cosa de tres o cuatro. Esto no tiene trascendencia. Al fin y al cabo ¿ a quién afecta esto?'-  Me autoconvencí.

'No es posible, tenemos que conseguir a alguien que represente a la belleza de ese departamento'. Insisten los periodistas. La noticia coge trascendencia nacional. Comienzan campañas mediáticas para buscar a la 'hermosa santandereana'.

'¿Por qué?- pregunté yo indignada y desorientada.

'Porque en Colombia hay reina hasta de la yuca'.- Me explican con paciencia, como si eso fuera una justificación suficiente.

Dejo el tema. Enchufo el televisor para distraerme mientras resoplo y aparecen 6 mujeres de estrambóticos bikinis, mofletes desinflados y posturas incómodas. 'Este fin de semana en la Mesa de los Santos ayúdanos a elegir a la reina de la piña'.

Cabeceo y a riesgo de autoclasificarme como una vehemente feminista me pregunto. ¿En este país de las oportunidades, cuántas Frida Kahlos, Rosas Parks o Marie Curies son eclipasadas por las reinas de la piña, la yuca y el coco?

¿Quién sale realmente beneficiado al darle bombo a unas muchachas que comen papel higiénico para espantar el hambre, gastan la plata que no tienen en tacones rompeespaldas y malgasten con sus sonrisas artificiosas valiosos minutos televisivos en un país con tanta oferta informativa?

En España, cansados de reyes que matan elefantes; en Colombia, ansiosos de reinas que maten libidos.


miércoles, 19 de junio de 2013

Que alguien me mate

El otro día pensé en suicidarme. Mi jefe coqueteó varias horas con la idea de que eso sucediera y poder, así, conectarse con los principales medios españoles para reportar de primera mano mis últimas horas de vida. Se ilusionaba al imaginarse a periodistas de la talla de Francino dándole paso en directo desde Bucaramanga o redactando obituarios para EL PAÍS. La fluidez con la que narraba mi prematuro fallecimiento llegó a emocionarme cuando entró en detalle: todo surgiría con un secuestro en el Parque del Tayrona; lo que llevó a esa pálida y novel periodista española a saltar el charco para hacer de ella un futuro laboral óptimo ante el hundimiento de Europa acabó en un desalentador final, como quien cruzan en patera el estrecho de Gibraltar.

Pero, realmente, pensé en matarme. Y pensé en cómo mis amigos seguirían refrescando sus gargantas con cerveza y tequila el próximo sábado hasta quedarse sin dinero para comer el domingo de resaca, en cómo el portero de la entrada tardaría unos 2 días en aprenderse el nombre de la nueva inquilina y en que dejaría de interrumpir con mi paso ensordecedor y acelerado al señor que da de comer a las palomas en el centro de la ciudad todos los días a las 6 de la mañana.

Mis padres lo lamentarían, claro, pero el subconsciente les haría creer eternamente que cualquier día me presentaría en el aeropuerto de Barajas repleta de maletas y, posiblemente, cargada de panela, arequipe y, si no me lo confiscaran, aguardiente que, sin timidez, inauguraría mi abuela con un 'chica, vamos a abrirlo que me ha dao sed'.

El otro día pensé en que, más bien, alguien me matara porque ya llevábamos 13 días sin homicidios en la ciudad. Y eso aburre y no es noticia.


martes, 21 de mayo de 2013

Crónicas desordenadas

1) Crónica de una pupila dilatada

El irreverente no dejaba de aporrear el teclado, con rabia, con una energía irrespetuosa.
Ensordecedor y molesto, terminaba siendo intrigante y, conforme avanzaban los minutos y acompañado de esa mirada fija en la pantalla, nos alimentaba la curiosidad. 

Dábamos por sentado que se comunicaba con alguna aficionada de novelas de tres al cuarto que aprendió a gatear sobre los titulares que anunciaban la muerte de Lady Di (mucho esperar de ella, si es que en su casa se molestaron en gastar plata en comprar la prensa).

Los ojos, hipnotizados, revelaban la emoción de imaginarse ya a la nena amontonando los peluches bajo la manta de la cama para que, a la vez que simulaban su tierna figura de ángel adolescente, no vieran cómo, a partir de las 10 y 37 de la noche la falda yacía en suelo desconocido. 

2) Crónica de una oración enchispada

 'Démonos la mano y cantemos como hermanos. Oremos por nuestros pecados, roguemos a Dios su bendición por todos nosotros y que estemos siempre perdonados. Pero no se olviden de rogar rápido porque el whisky se calienta y las mujeres se enfrían.'

La carcajada ensordeció a los propios mariachis que esperaban en la entrada y es que los empleados cobraban una extra a fin de mes (con la que, de hecho, alcanzaban para comer) si mostraban simpatía ante los inoportunos comentarios de Don Alguien. Los aplausos, eso sí, no eran válidos porque resultaban demasiado forzados.

3) Crónica de una lesbiana anunciada

 'No podía más, le he dicho la verdad a mis padres'.
'¿Y bien?¿Cómo reaccionaron?'
'Dicen que qué empeño el mío de ir contra natura'.

viernes, 26 de abril de 2013

¡EL VIAJE DEL ACORDEÓN!

Entre legañas y bostezos me decía esta mañana 'Macondo ya no me entretiene como antes'.

Qué triste si este hubiera sido el último pensamiento de esta españoleta, la misma que hubiera protagonizado la portada del periódico Q'hubo de mañana. Y es que este 'EL CASO' colombiano gritaría (y digo gritar y no titular porque sus portadas siempre están en mayúsculas y con exclamaciones) '¡EL VIAJE DEL ACORDEÓN!'* con una imagen de mi cuerpo aplastado por la puerta de una buseta.

Y es que al conductor, si un usuario le pide que le 'regale una parada', no importa quien bloquee la entrada al bus -por  semejante hacinamiento- : la abrirá así le cueste a alguien la vida (en este caso la mía).

Siento, tras 6 meses en este país, seguir sorprendiéndome por estos troncomóviles pero, sinceramente: son dignos de estudio o, perdonen, seré yo la rara que no entiende que solicitar al piloto que frene cuando, 5 metros atrás, acaba de dejar a otro insolente pasajero es un nivel de comodidad insolidaria preocupante.

O seré yo la única que no soportaría provocar, en plena carrera séptima de Bogotá, la muerte de una veintena de personas (pero no importa, serían estratos bajos y, seguramente, su vida se limitaría a 'ganar platica y procrear como ratas' - permítanme la Vallejada). No, no me iría tranquila a dormir si toda esa gente se matara por que yo hipnotizara al chófer con solo levantar el brazo y lo inhabilitara, así, a ver al resto de vehículos que circulan en la calzada cuando atraviesa los tres carriles hasta llegar a mí. Será que la vida de esa gente equivale a unos 1.500 pesos (65cent).

Tanto que me quejo y no dejo de usar estos pequeños e incómodos kamikazes de luces discotequeras y estampitas del señor Dios.

¿Por qué sigo montándome, entonces? La respuesta es que no se me ocurre, a las 5.30 de la mañana, café o ducha fría más efectivos para despertarte que la tensión de elegir tu último pensamiento antes de desaparecer de este mundo al despeñarte en algún cruce donde, con suerte, de ti solo quedaría algún que otro diente que, acabaría secuestrando alguna curiosa rata de alcantarilla que recorriera nuestros inertes cuerpos que yacerían en la calzada.

Bueno y que el taxi es más caro.

*Largometraje de Andrew Tucker presentado este 2013 en el Festival de Cine de Cartagena.


jueves, 4 de abril de 2013

Salida de emergencia


Basta con decir "esto era lo que me faltaba" para que a Murphy le siga pareciendo insuficiente.  Además siendo tan quejica como yo: cuando te parece duro retener los diablos y sencillamente sonreír ante un "Usté, extranjera y con trabajo y mi hija que es natural de Santander está de brazos cruzados". Y es que los choques culturales son una constante y más en una región tan conservadora como Santander donde hay quien no duerme a gusto pensando en la irresponsabilidad de mis padres dejándome (mujer y joven) vivir sola en la otra parte del mundo. 

Hay a quienes, incluso, les provoco cierta alergia con mi carácter directo (a mí me gusta definirlo como sincero). Si no, pregúntenle a Pedro, un oyente que, advertido de que fuera conciso, empieza a malgastar segundos de su intervención al aire con un  "Señorita, tanto que pide usted brevedad y se demora más en darme paso que yo en explicarme...". El tiempo en radio es oro (o plata, como dicen aquí). Por mala suerte para Pedro, estoy demasiado acostumbrada a tratar con la verborrea de mi abuela y me tocó callarle con un maleducado "Pedro se demoró más que yo, aquí van las noticias nacionales". Las risas de mis compañeros dejaron en un segundo plano la contrarréplica del malgeniado bumangués. Y es que, sumando y siguiendo, al final del día te planteas si será cierto que estás borniada, especialmente si ya van dos los compañeros que en un mismo día te piden que quites esa mala cara. (A los del trabajo: lo siento, de verdad, entre unos y otros me robaron las buenas formas hoy).

Y el día continua, esquivando a Murphy por los pasillos, haciéndote creer que lo que tienes son problemas. Quieres marcharte a casa cuando, con el bolso ya en el hombro, aparece una curiosa mujer que intenta, sin éxito, ocultar bajo sus labios perfilados de fucsia y la raya de ojos azul el estado catatónico que le tiene marcada desde ese domingo de noviembre cualquiera en el que descolgó una llamada desde la cárcel "Doña Claudia, mataron a su hijo..."  Pi...pi...pi... 

Será que me toca dejar el bolso, sacar la grabadora e invitarla a pasar a la redacción...

Su hijo de 18 añitos, con el cariñoso apodo de "El mono" había acabado entre rejas por robar un celular, delito que su mamá endulzaba con un "pero imagínate cómo era mi Juan Andrés que nada más robarlo, lo devolvió".

Los responsables de la cárcel Modelo de Bucaramanga donde se encontraba desde hacia dos meses antes de su muerte (dato: el hacinamiento en ese centro es tal que si no tienes cómo sobornar a los vigilantes, no tienes derecho a cama) aseguraban que el muchacho se había suicidado desde un quinto piso. La versión oficial no convencía a la señora y su objetivo es que no me convenciera a mi tampoco. Para cerciorarse de que yo (la doctora, como me llaman algunos) denunciara su caso, me mostró una a una las puñaladas que habían destrozado el cuerpo del pequeño vándalo. Una treintena de imágenes explícitas que entraban por mis retinas y querían salir en llanto y el vómito- luego recordé que, pasadas 10 horas de trabajo, no había en mi estómago comida que pudiera devolver-. El morbo era ya lo único que me mantenía en esa silla mientras que la grabadora captaba eternos segundos de silencio. (Rotos, en ocasiones, por el leve sonido del papel de foto pasando de mano en mano).

El ingeniero Freddy me cambió hoy de oficina. Cuando entré a primera hora de la mañana, empujé con energía. 
-"Hacia afuera" me dijo...
-"Esta puerta está mal" le dije analizándola desconfiada.
-"Al revés, es la única en toda la radio colocada correctamente. Al salir se empuja y eso facilita la huida en caso de emergencia".

Cualquier diría que Freddy sabía qué día me esperaba.

viernes, 22 de febrero de 2013

La perversa soledad

"¡Luciíta, en recepción hay dos señores que quieren que les atienda un periodista!" A Betty le gusta llamarme Luciíta aunque haya gente delante, así crea, sin darse cuenta, la antesala de lo que se les va a presentar. "Ahhh, la españoleta! Pareces mucho mayor en la radio, pero solo eres una chinita" (pausa y lascivo escáner visual - es ya un ritual-).

Saco del cajón la empatía, el mejor antidesesperante para una de las más mortíferas armas de algunos oyentes: el "Mi-Problema-Debe-Ser-Su-Mayor-Preocupación-y-JulioSánchezCristo-Debe-Intervenir-Llámelo".
Igualmente, me lo tomo con la mejor de las sonrisas sin olvidarme de la persecución de las saetas del reloj. (Marica, la gente no entiende que el tiempo en el periodismo es oro).
Se marchan. Por fin.
Ring, ring.... "¿La periodista Lucía Benavente? - La misma -¿Puedo ir a visitarla esta tarde? Tengo que darle unos documentos -... Si, bueno... ."
En la W todavía suena la canción previa al boletín informativo de las 16hs y Betty me anuncia que me reclaman en la entrada.
"Mierda... Vino."

Enclenque y con las lentes torcidas no se reprime una pervertida sonrisa, don Jaime, quien se hace creer a sí mismo que en su día fue un exitoso periodista deportivo y escritor amante del premio Nobel de Literatura con el que comparto apellido, mas no sangre.
"¿En qué le puedo colaborar?"
Interrumpe mi resoplido con un obsequio y me alienta a abrirlo en el momento. La bolsa vomita un caos de antiguos (no, decir antiguo suena casi romántico. Sencillamente: deslúcidos) artículos de prensa, calendarios, libros de Jacinto Benavente, estampitas de Santa Lucía, guías turísticas y postales de hormigas culonas. Amarillentos por el desgaste del tiempo y con una impecable caligrafía, tintas roja y azul rezan: 

"Con respetuosa admiración y gratitud, porque mujeres divinas como tú, permiten caminar más fácil el camino no fácil de la vida. Pero con Lucía Benavente la travesía del mundo: es posible."

Periodista Lucía Benavente de Caracol. Estimada Belleza. Mujer divina. Mujer ideal. Divina, culta e inteligente. Con amor.

Perdiendo la esperanza de que se trate de un mero recadero, me empieza a incomodar esta visita.
Entonces aparece en mi mente Juan Carlos (mi jefe) comentando el fraudulento y lamentable cortejo del anodino poeta comparándolo con algún habitante de Macondo.

Recurro a la pantalla del ordenador y miro descaradamente el reloj durante un largo rato. Le da igual.
Las melosas dedicatorias son lo de menos: me entrega una bolsa con dulces caducos, que pronto acaban en la basura, y me muestra una reseña de su vida en el periódico y me indica "Aquí ponía que casado, pero lo he tachado porque estoy ya en trámites de divorcio"...
¡¡¡Perdone, señor. Haber empezado por ahí!!!

Quien fuera un galán en la década del amor, perturbado ahora por la soledad, intenta ganarle tiempo al tiempo en los que, por su aspecto físico, parecen sus últimos días de lucidez (si es que ya no se pasaron). Empieza a darse cuenta de que está de más en la sala: "No quiero molestarla más, tiene mucho trabajo, pero antes quiero entregarle esta foto mía, para que no se olvide de mí".

Tranquilo, ¿cómo olvidarse de un admirador como usted?... Pero gracias por su tétrica y retocada imagen de (sólo hace 3 años-dice- cuando evidentemente son 15 como poco), hoy no podré dormir tranquila. No estoy "mamando gallo": no me atrevo a mirarla a solas, menos aún, tras analizar el cuaderno (incluido en su "pack" de regalos) protagonizado por la famosa modelo colombiana Ana Sofía Henao en el que, posando semidesnuda, potencia la obscenidad de los ojos de ese viejo loco que tuvo el valor de compararme con ella.
La pena por este señor desaparece cuando me llega por la noche una llamada desconocida. No puede ser cierto...
-"No te imaginas quién ha vuelto a la radio hoy".
 - "Oye, ¿y si te viola?"
-"¿Qué dices? Estará loco pero no tendrá tan mal gusto."
Lo que pasa es que está solo desde hace tiempo
... y yo también.










domingo, 3 de febrero de 2013

La perfecta espía

8:30 (En cabina emisora musical)
-Pasodoble y OLÉEEEEEEE llegó nuestra compañera españoleta a la emisora para las noticias internacionales de la farándula.
-No me gustan los toros

9:42 (En el pasillo)
-Buenos días!!
-¡Hola tía!, ¿qué tal estás eh? vamos, eh, tía, como váisss, tía?
-Bien...

10:13 (En directo con W Nacional)
Julio Sánchez Cristo- Gracias por el informe Lucía, aunque no sabemos si la gente en Bucaramanga entenderá "bici"... Lucía se refiere a la cicla. En España abrevian muchas palabras como COLE o BICI. Gracias Lucía!
-¡Que paséis buen finde!

11:22 (En directo en Hoy por Hoy Bucaramanga, oyente al aire)
-Ayyy esa españolita, su voz me levanta el ánimo y otras cosas.
(Todos ríen, yo agito los brazos con indignación).

13:29 (Al teléfono)
 -Lucía ¿qué? ¿Bolabarte?
-Benavente, le estaba preguntando por el pollo... ¿tiene almendras?
-Espere.... (de fondo: ¿¿¿Almendras tenemos???).... No, señora, no tenemos almendras
-Tú no, el pollo!

15:35 (Llaman a la redacción)
-Quisiera hablar con el responsable de W Radio en Bucaramanga para hacer publicidad.
-Soy yo.
-¿Tú? Pero ¿a dónde he llamado?
-A WRadio y Caracol Radio.
-¿En Bucaramanga?
-Sí, señor.
-Bueno niña, póngame con el responsable de WRadio allá.
-Soy yo.
-¿Usted?
-Sí, yo, Lucía Benavente. ¿En qué le puedo colaborar?
-Bueno, ya llamo luego...
(Nunca llamó)

16: 02 (10 personas trabajando en silencio en sus ordenadores: ni música ni radio, solo se oye el ventilador y los golpes sobre el teclado de las computadoras).
-Buenas tardes, quisiera hacerme socia de la biblioteca.
(Solo el ventilador sigue trabajando)

18:30 (Taxi)
-A la Carrera 36 con 37-26, gracias.
-Uyyy española, cómo me gusta el acento, yo veía muchas películas españolas.
-Ah sí? Como cuál?
-Realmente todas porno.
-Ah....
-Pero cómo debe ser tener sexo con una española eh? VAMOS TÍO, DAME MÁS FUERTE!!
-Señor, me puede dejar aquí.
-Que Dios la acompañe!

18:40 (Supermercado)
-¿Dónde están los Tupper?
- ¿El qué?
-Ese recipiente para envasar comida que puedes transportar. Un tupper...
-Espera que llamo a la compañera...
(La compañera viene al rato)
-Tu sabes qué es un tupper?
-No... espera que llamo a Milena
(Consejo de dependientas en el pasillo 4, mi cesta pesa y entre cuchichellos miro a otro lado como si no fuera conmigo la cosa y,así, restar importancia a lo que parece la deliberación de un veredicto con el que sabré si seguiré con viva o no).
-No tenemos de eso...
-Vale, gracias.

18:57 (Tienda)
-Estaba buscando un calzado deportivo del número 39 pero que sean económicos...
-Ah! Españolaaa, qué lindo!!
-Sí..
-Mira, estos que cuestan 100 dólares
-Pero..¿más económicos?
-Pues es que tengo, pero para ti te van estos mejor.
-Son caros.
-No...
-Me voy ¬¬

19:14 (Pidiendo hora en la peluquería)
-Y qué estás, de vacaciones aquí?
-Trabajo acá.
-Y cómo así? ¿Por qué no estás en España? ¿No extrañas a tu familia? ¿Pasaste la Navidad sola? ¿No te da tristeza pasar tanto tiempo sola y sin conocer a nadie? ¿Tienes amigos? ¿Cuándo vas a volver? ¿Y cómo te han tratado? ¿Amañada? ¿Tan mal está España? ¿Cuánto llevas acá? ¿Y ya tienes novio? ¿No has conocido a ningún colombiano? ¿Qué haces cuando no estás trabajando?
-Espera, espera que voy a meter la cabeza en el horno. "Ahorita vengo"

19:42 (En la portería)
-Buenas noches, señorita, ¿cómo me le va? Ya no me da ni un beso!
-Holaaaa, sí claaaro!
(Beso en la mejilla)
-Ahora seré la envidia de todos los porteros cuando les enseñe por la cámara que me ha dado un beso la española.
(Álvaro tiene 50 años).

21: 16 (Bar)
-¿Conoces el vallenato?
-Sí, pero no me va... jeje
-¿Cómo así?
-¿Ves la sangre de mi oído? Pues eso...

martes, 22 de enero de 2013

Un perro andaluz

Nada más entretenido en el periodismo que encontrar emocionante una presentación de un proyecto (de recuperación del espacio público, en este caso) de la Alcaldía. Lo mejor no fue la utópica exposición engañabobos donde idealizaban la Rambla de Barcelona y el Paseo del Prado de Madrid. Más bien el turno de ruegos y preguntas en un país donde la intervención popular forma parte de la idiosincrasia colombiana.
Ingenua de mí, pensaba que se iba a llevar la palma el primero en intervenir: un vendedor ambulante reivindicativo que se ha subido con el micro a la tarima (sin preocuparse por pedir permiso) y ha dejado al alcalde y su séquito boquiabiertos con su queja. La descomposición de la cara de los mandatarios,  que, involuntariamente, ayudaban a camuflar la 'siestica' que se estaba echando en la mesa de atrás el "gurú" que presentaba este nuevo proyecto, ha dejado tan a ras de suelo su credibilidad y respeto, que poco ha tardado el resto del público en sumarse a lo que acabaría siendo una jauría incoherente de vecinos descontentos (así, en general, descontentos con todo).
Y es que no veía la hora de irme después de que un señor, que se ha esforzado en dejarme sorda durante 15 intensos minutos, (en los que no ha parado ni para coger saliva) ha soltado una retahíla de quejas encadenadas con las que ha sido capaz de enlazar su preocupación por los indigentes que 'okupan' las calles, con la carencia de zonas de carga y descarga y a quien arrebatarle el micrófono no ha surtido efecto para que cesara con sus berridos. El caos en la desorganizada intervención venía a más cuando la señora de mi derecha, que padecía una fuerte incontinencia verbal e, inevitablemente, me recordaba a la típica afroamericana de los discursos de Martin Luther King que respondía en voz alta al orador de turno creyendo que era más bien una conversación, me ha hecho pasar una vergüenza ajena tremenda al contar su surrealista y homofóbica historia de cómo unos policías tardaron en atenderla 20 minutos después de que una 'mujer que no era mujer, pero vestía, así, con un vestido muy elegante' le dijera "ALGO"  (sin especificar, aunque parece ser que amenazante) cuando iba camino a casa, protegida y casi inmortalizada por Dios.
2 horas y media después de protagonizar este sueño de Dalí, he podido aprovechar el caos generalizado para que nadie se percatara de que la rubia blanca con la grabadora de la segunda fila se escabullía.
De todas formas, agradezco que este estado de 'agradable desconcierto' que todavía padezco, semejante al sabor de boca que te deja 'Un perro andaluz', me haya hecho olvidar que mi día comenzaba con robos con subametralladoras a 5 cuadras de mi casa.

jueves, 10 de enero de 2013

De Berlín a California, pasando por Vetas.





Fabián vive del cultivo de cebollas y, tras 3 años, las autoridades medio ambientales han declarado el Páramo Santurbán, donde se encuentra su casa en Berlín, (Santander), Parque Natural Regional. Así, el soltero y sin hijos Fabián pierde su trabajo y, por ende, su economía se desmorona. La indignación y la dialéctica de este campesino que vive -y muy a gusto- en un núcleo aislado de la realidad (sin prensa diaria que llegue a los casi 4.000 mtrs. de altura de este frío corregimiento) nos ha sorprendido gratamente pues se niega a renunciar a su vida de campesino y verse 'desplazado' a la gran ciudad. Sin duda, el 'personaje' de esta larga y fructífera primera expedición lúdico-periodístico por el Páramo.

martes, 8 de enero de 2013

Crema de café

Estaba congelada, pero se agradecía que, con ese incansable sol propio de un verano de Madrid, se deslizara con torpeza la crema por la piel. Solo al principio ese frescor estremece, aunque el momento se hace eterno hasta que llega una mano que apacigua, acompañada de un '¡Ay mamita! ¡Esa piel de cuajada sin proteger!'.
Sonreía  y cerraba los ojos dejando que el olor a protector solar impregnara mi nariz. Con la cabeza miraba al suelo para que la señora pudiera, a su antojo, decorar de un blanco aún más neutral mi espalda.
De postre, un tinto para celebrar este día en familia.

martes, 1 de enero de 2013

30 días dando la vuelta al mundo

Venezuela está ya de luto, ser maestro en EEUU es profesión de riesgo, un líder pide a su pueblo que le deje ser dictador y a nadie le importa que una pseudocantante mexicana tuviera un accidente mortal de avión por mucho que la CNN se empeñe en recordarla con su eterno 'último adiós'. En el último mes he dado la vuelta al mundo diariamente de la mano de un puñado de compañeros con los que se me vienen a la mente muchas risas (habitualmente porque no nos entendemos y cuando yo pregunto 'Ligia está de vacaciones?' me entiendan que pregunto si sigue la 'ingesta' de bananos) y precisamente de comida:variada y exquisita (bendintas novenas matutinas). Pero cuando parecía que me hacía un huequecito en esta alocada redacción, tengo que olvidarme de que Bogotá huele a fruta por las mañanas, de perder la paciencia cuando el ascensor para en todos los pisos justo cuando voy tarde, de que la cabina cuatro es mejor no usarla, de gritar todos a coro 'Andrea, Andrea' a las 12.30 cuando 'El Profe' la avisa para que entre al aire, de que hay una chocolatina esperándome en el escritorio cuando vuelvo de comer, de que todos me llamen Sara porque Johanna me haya cambiado el nombre por el de mi ciudad, y de que lo mejor de entrar a trabajar es regalar besos: a Andrea en la frente y a Leo todo el día. Espero que esos habituales besos se mutipliquen este viernes, pero no porque me marche, sino por el jamón serrano con el que voy a terminar de enamorar a estos colombianitos.