viernes, 26 de abril de 2013

¡EL VIAJE DEL ACORDEÓN!

Entre legañas y bostezos me decía esta mañana 'Macondo ya no me entretiene como antes'.

Qué triste si este hubiera sido el último pensamiento de esta españoleta, la misma que hubiera protagonizado la portada del periódico Q'hubo de mañana. Y es que este 'EL CASO' colombiano gritaría (y digo gritar y no titular porque sus portadas siempre están en mayúsculas y con exclamaciones) '¡EL VIAJE DEL ACORDEÓN!'* con una imagen de mi cuerpo aplastado por la puerta de una buseta.

Y es que al conductor, si un usuario le pide que le 'regale una parada', no importa quien bloquee la entrada al bus -por  semejante hacinamiento- : la abrirá así le cueste a alguien la vida (en este caso la mía).

Siento, tras 6 meses en este país, seguir sorprendiéndome por estos troncomóviles pero, sinceramente: son dignos de estudio o, perdonen, seré yo la rara que no entiende que solicitar al piloto que frene cuando, 5 metros atrás, acaba de dejar a otro insolente pasajero es un nivel de comodidad insolidaria preocupante.

O seré yo la única que no soportaría provocar, en plena carrera séptima de Bogotá, la muerte de una veintena de personas (pero no importa, serían estratos bajos y, seguramente, su vida se limitaría a 'ganar platica y procrear como ratas' - permítanme la Vallejada). No, no me iría tranquila a dormir si toda esa gente se matara por que yo hipnotizara al chófer con solo levantar el brazo y lo inhabilitara, así, a ver al resto de vehículos que circulan en la calzada cuando atraviesa los tres carriles hasta llegar a mí. Será que la vida de esa gente equivale a unos 1.500 pesos (65cent).

Tanto que me quejo y no dejo de usar estos pequeños e incómodos kamikazes de luces discotequeras y estampitas del señor Dios.

¿Por qué sigo montándome, entonces? La respuesta es que no se me ocurre, a las 5.30 de la mañana, café o ducha fría más efectivos para despertarte que la tensión de elegir tu último pensamiento antes de desaparecer de este mundo al despeñarte en algún cruce donde, con suerte, de ti solo quedaría algún que otro diente que, acabaría secuestrando alguna curiosa rata de alcantarilla que recorriera nuestros inertes cuerpos que yacerían en la calzada.

Bueno y que el taxi es más caro.

*Largometraje de Andrew Tucker presentado este 2013 en el Festival de Cine de Cartagena.


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