martes, 1 de enero de 2013

30 días dando la vuelta al mundo

Venezuela está ya de luto, ser maestro en EEUU es profesión de riesgo, un líder pide a su pueblo que le deje ser dictador y a nadie le importa que una pseudocantante mexicana tuviera un accidente mortal de avión por mucho que la CNN se empeñe en recordarla con su eterno 'último adiós'. En el último mes he dado la vuelta al mundo diariamente de la mano de un puñado de compañeros con los que se me vienen a la mente muchas risas (habitualmente porque no nos entendemos y cuando yo pregunto 'Ligia está de vacaciones?' me entiendan que pregunto si sigue la 'ingesta' de bananos) y precisamente de comida:variada y exquisita (bendintas novenas matutinas). Pero cuando parecía que me hacía un huequecito en esta alocada redacción, tengo que olvidarme de que Bogotá huele a fruta por las mañanas, de perder la paciencia cuando el ascensor para en todos los pisos justo cuando voy tarde, de que la cabina cuatro es mejor no usarla, de gritar todos a coro 'Andrea, Andrea' a las 12.30 cuando 'El Profe' la avisa para que entre al aire, de que hay una chocolatina esperándome en el escritorio cuando vuelvo de comer, de que todos me llamen Sara porque Johanna me haya cambiado el nombre por el de mi ciudad, y de que lo mejor de entrar a trabajar es regalar besos: a Andrea en la frente y a Leo todo el día. Espero que esos habituales besos se mutipliquen este viernes, pero no porque me marche, sino por el jamón serrano con el que voy a terminar de enamorar a estos colombianitos.

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