viernes, 22 de febrero de 2013

La perversa soledad

"¡Luciíta, en recepción hay dos señores que quieren que les atienda un periodista!" A Betty le gusta llamarme Luciíta aunque haya gente delante, así crea, sin darse cuenta, la antesala de lo que se les va a presentar. "Ahhh, la españoleta! Pareces mucho mayor en la radio, pero solo eres una chinita" (pausa y lascivo escáner visual - es ya un ritual-).

Saco del cajón la empatía, el mejor antidesesperante para una de las más mortíferas armas de algunos oyentes: el "Mi-Problema-Debe-Ser-Su-Mayor-Preocupación-y-JulioSánchezCristo-Debe-Intervenir-Llámelo".
Igualmente, me lo tomo con la mejor de las sonrisas sin olvidarme de la persecución de las saetas del reloj. (Marica, la gente no entiende que el tiempo en el periodismo es oro).
Se marchan. Por fin.
Ring, ring.... "¿La periodista Lucía Benavente? - La misma -¿Puedo ir a visitarla esta tarde? Tengo que darle unos documentos -... Si, bueno... ."
En la W todavía suena la canción previa al boletín informativo de las 16hs y Betty me anuncia que me reclaman en la entrada.
"Mierda... Vino."

Enclenque y con las lentes torcidas no se reprime una pervertida sonrisa, don Jaime, quien se hace creer a sí mismo que en su día fue un exitoso periodista deportivo y escritor amante del premio Nobel de Literatura con el que comparto apellido, mas no sangre.
"¿En qué le puedo colaborar?"
Interrumpe mi resoplido con un obsequio y me alienta a abrirlo en el momento. La bolsa vomita un caos de antiguos (no, decir antiguo suena casi romántico. Sencillamente: deslúcidos) artículos de prensa, calendarios, libros de Jacinto Benavente, estampitas de Santa Lucía, guías turísticas y postales de hormigas culonas. Amarillentos por el desgaste del tiempo y con una impecable caligrafía, tintas roja y azul rezan: 

"Con respetuosa admiración y gratitud, porque mujeres divinas como tú, permiten caminar más fácil el camino no fácil de la vida. Pero con Lucía Benavente la travesía del mundo: es posible."

Periodista Lucía Benavente de Caracol. Estimada Belleza. Mujer divina. Mujer ideal. Divina, culta e inteligente. Con amor.

Perdiendo la esperanza de que se trate de un mero recadero, me empieza a incomodar esta visita.
Entonces aparece en mi mente Juan Carlos (mi jefe) comentando el fraudulento y lamentable cortejo del anodino poeta comparándolo con algún habitante de Macondo.

Recurro a la pantalla del ordenador y miro descaradamente el reloj durante un largo rato. Le da igual.
Las melosas dedicatorias son lo de menos: me entrega una bolsa con dulces caducos, que pronto acaban en la basura, y me muestra una reseña de su vida en el periódico y me indica "Aquí ponía que casado, pero lo he tachado porque estoy ya en trámites de divorcio"...
¡¡¡Perdone, señor. Haber empezado por ahí!!!

Quien fuera un galán en la década del amor, perturbado ahora por la soledad, intenta ganarle tiempo al tiempo en los que, por su aspecto físico, parecen sus últimos días de lucidez (si es que ya no se pasaron). Empieza a darse cuenta de que está de más en la sala: "No quiero molestarla más, tiene mucho trabajo, pero antes quiero entregarle esta foto mía, para que no se olvide de mí".

Tranquilo, ¿cómo olvidarse de un admirador como usted?... Pero gracias por su tétrica y retocada imagen de (sólo hace 3 años-dice- cuando evidentemente son 15 como poco), hoy no podré dormir tranquila. No estoy "mamando gallo": no me atrevo a mirarla a solas, menos aún, tras analizar el cuaderno (incluido en su "pack" de regalos) protagonizado por la famosa modelo colombiana Ana Sofía Henao en el que, posando semidesnuda, potencia la obscenidad de los ojos de ese viejo loco que tuvo el valor de compararme con ella.
La pena por este señor desaparece cuando me llega por la noche una llamada desconocida. No puede ser cierto...
-"No te imaginas quién ha vuelto a la radio hoy".
 - "Oye, ¿y si te viola?"
-"¿Qué dices? Estará loco pero no tendrá tan mal gusto."
Lo que pasa es que está solo desde hace tiempo
... y yo también.










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