lunes, 29 de junio de 2020

Secreto en el río (detrás de cámaras). Parte 4

El corregimiento de La India quizá no tiene asfalto porque la sangre se limpia más fácil en la tierra.  La sangre de más de 500 personas que fueron asesinadas en el lugar (solamente entre los años 70 y 80), incluida Silvia Dussan, periodista de la BBC, a quien mataron en el epicentro de las 3 calles que tiene el corregimiento.

Violencia, sangre y paramilitarismo son palabras que le vienen a uno a la mente cuando le hablan de este lugar, en parte, por la ubicación estratégica, en parte por las esmeraldas que se encuentran en la zona.

El tránsito por La India era obligatorio para llegar hasta la vereda Mata de Guadua. En La India debíamos coger la canoa que nos llevaría hasta la casa de Arcilio. Eran las 11 de la mañana y con un retraso de más de 2 horas, esperábamos resignados a que arrancaran la canoa que se balanceaba sobre el río Minero en el "muelle" (que no era más que una estrecha calle que terminaba en un leve precipicio).

A la espera de que nos dieran luz verde para arrancar, insistí a Arley en que fuéramos a entrevistar a un personaje clave en la investigación del asesinato de Irene. "Vamos a buscar al hombre que llevó en moto al asesino el día en el que huyó", le dije. Asintió sin dudar y levantó la cámara del suelo donde grababa imágenes de la pobredumbre de aquel municipio donde más que vivir, se malvivía.

Alguien nos interrumpió el paso "disculpen, ¿son los periodistas de Caracol?". "Sí, ¿qué pasa?"pregunté, - me entendí mejor con los santandereanos siendo brusca. También es cierto que el hecho de ser mujer blanca, extranjera y proveniente de la capital me obliga a esconder cualquier señal de inocencia. "El señor Carranza quiere conocerlos", nos dijo el hombre que jamás se presentó.

Como si de un pueblo del medio oeste se tratara, nos llevaron a presentar a la casa de un curioso personaje que denominamos entre nosotros "el sheriff". Carranza, bigotudo y con un enorme sombrero blanco nos recibió en un opulento sofá de su casa. Tenía un aire acondicionado ¡'a todo trapo' que parecía sacado de contexto. Se puso en pie conforme subimos las escaleras y nos tendió la mano con fingida amabilidad. Le seguimos la cuerda. "¿Ustedes son los que van a grabar el crimen de la muchacha y el niño? Qué historia horripilante", dijo. "Sí, estábamos a punto de ir a buscar al motociclista que transportó al asesino aquél día, nos dijeron que estaba por fuera y no había llegado a la casa", le contesté con prisa. Carranza no era su apellido real pero decidió adoptarlo a raíz del famoso esmeraldero colombiano Víctor Carranza que, por esas mismas tierras, había protagonizado una sangrienta guerra por culpa de la piedra preciosa. "Miren, esto es zona de esmeraldas, aquí se vive muy bien y a las orillas del río salen piedras de estas... yo una vez conseguí una que valía 100 millones de pesos", alardeó y sacó una foto donde se mostraba un pedruzco brillante y verde que sostenía orgulloso con ambas manos y valorado, según él, en unos 30.000 euros.

Nos quedó claro que Carranza era el dueño del corregimiento y que debajo de ese demacrado lugar repleto de gatos hambrientos y con más moscas que habitantes, había dineros y armas invisibles ante los ojos de foráneos como nosotros. Nos fuimos con una sonrisa fingida en medio de una conversación que comprometía un encuentro que jamás sucederá. Nos entregó una tarjeta personalizada donde aparecía él con la enorme esmeralda, era la misma foto que minutos antes nos había mostrado.

Cuando conocimos a Rigoberto pensé en el "sheriff" Carranza. Pensé en que si debió advertirnos de este personaje que acabábamos de conocer y que, así como nosotros nos presentamos, pudo haber hecho un breve comentario sobre los personajes curiosos o "a tener en cuenta" en la zona. Porque hasta el mismo Arcilio temía al señor Rigoberto y a raíz de nuestro primer encuentro, se convirtió en nuestra peor pesadilla.

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