jueves, 22 de noviembre de 2012

La verdadera razón de por qué doy tanta vuelta por la redacción

¿Quién no ha escuchado nunca que los colombianos mantienen conversaciones innecesariamente largas? Ejemplo: el saludo. Mientras que el viandante español masculla un inaudible 'hola' (si es que no se cambia de acera o agacha la cabeza), cuando se te acerca un colombiano ya puedes prepararte para recibir un golpe de energía. Comienza el ritual: estrecha la mano, te da un beso en la mejilla, te abraza (y con fuerza) decora su cara con una sonrisa iluminada y acompaña este gesto con un: 'Holaaaaaaa ¿Cómo estás? ¿Cómo te ha ido?' con un tono que roza lo estridente. Reacción -incorrecta-: '¿Que cómo me ha ido? Pues mira no veas lo que me ha pasado al final...' pero no hay lío; aunque no sepan de qué hablas, no dejan de sonreír, y además de que te escuchan con interés hasta la última coma, memorizan cada detalle.

Ah! importante: cero hipocresía. En Colombia el saludo se siente y es que es una costumbre tan sana y tan sagrada, que no existe conversación lo suficientemente importante que quede exenta de esta interrupción (siempre con un qué pena).

Al final, lo que parecía una 'pérdida de tiempo' para muchos que nos hemos criado con el culto a la eficiencia, no es más que una inversión en una comunicación y un estilo de vida más agradables. (O, tal vez, estoy aquí dándole vueltas y la verdadera protagonista es la fibra. Claro, con tanta fruta...)


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